UCRANIA EN SU HISTORIA Y SUS HISTORIAS

ASOCIACIÓN EUROPEA DE INIACTIVAS POR UCRANIA

Hasta hace muy poco, en nuestro debate era una rara avis poder escuchar a ucranianos hablar en primera persona de sus experiencias y compartir sus perspectivas, sus anhelos, como el sujeto histórico que conforman. Este libro, anterior a la invasión rusa a gran escala de 2022, surgió en gran medida en respuesta a ello. Era necesario entonces y sigue siéndolo ahora: el futuro de Ucrania como país europeo libre e independiente, un país normal, con una vida digna, sigue desgraciadamente en cuestión. Que se haya traducido al español un libro así, es muy buena noticia: en nuestra lengua y contexto cultural, es aún enorme el vacío de conocimiento sobre Ucrania – y más aún contada por intelectuales ucranianos. Así que por favor lean a estos autores y autoras ucranianas con calma, sin prejuicios ni ideas preconcebidas: escúchenles, tienen mucho que decir, que contar. Quién sabe, quizás se animen después a coger un avión y un tren – esos magníficos trenes ucranianos que me inspiraron a escribir allí – para conocer de primera mano las historias o, mejor aún, experiencias históricas vivas y personajes vivos que fluyen a través de estas páginas.

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Prólogo


¡Corran, no se detengan y pasen página! ¡El tiempo apremia! Pues rara vez podrá el lector disfrutar, manosear y quizá releer, como es mi caso, una colección tan singular de ensayos de varios de los mejores escritores e intelectuales ucranianos vivos. Verán, la itálica se debe a que, periódicamente, el régimen o autocracia de turno en Moscú decide que los ucranianos piensan y actúan demasiado por sí mismos y por tanto deben ser represaliados. Silenciados. En lo que respecta a la intelligentsia ucraniana, esto no pocas veces ha implicado su ejecución. La lista es muy larga. Demasiado. Empezó a crecer en la segunda mitad del siglo XIX, con el progresivo despertar nacional de Ucrania, impulsado por autores entonces llamados ucranófilos. Taras Shevchenko (quizá el Cervantes ucraniano), que nació siervo y cuya servidumbre fue redimida por artistas en San Petersburgo, impresionados ante sus dones, cayó en desgracia ante un zar que le condenó al exilio. La poetisa Lesya Ukrainka (la “Ucraniana”), pseudónimo de Larysa Kósach, escribió clandestinamente en una lengua entonces prohibida en el imperio. Familiares suyos como el pensador Myjailo Drahománov o su tía Olena fueron represaliados por el zarismo. El castigo principal era que dejaran de hablar, enseñar o escribir: se trataba de privarles de su voz propia, diferente. La brillante generación vanguardista de los años 20 y primeros 30 del siglo pasado, muchos de ellos comunistas, socialistas e idealistas utópicos, terminó en los bosques de Sandarmoj, en Karelia (ejecuciones soviéticas por tiro en la cabeza de las que tomarían nota los nazis para sus planes), y otros puntos del gulag. Se la conoce como “Renacimiento Ejecutado”: una generación destruida cuando solo empezaba a despegar, nos dice Yuri Andrujovich. A los campos de trabajo – eje del sistema de esclavitud soviética– llegarían décadas más tarde otros disidentes ucranianos (quizá el grupo nacional más relevante de prisioneros políticos de la URSS), muchos de ellos judíos: los shistdesyatnyki (sesenteros, por la década que los alumbró). Con su samizhdat y versos prohibidos como los de Salman Rushdie, contribuyeron a sentar las bases conceptuales de la nueva Ucrania que ganó –para algunos, recuperó– la independencia en 1991.

El ciclo represivo se repite y no por ningún hecho de Dios ni nada así, sino porque el régimen de Moscú, a diferencia del nazi, nunca ha respondido por sus innumerables crímenes. Nunca. Es una historia de al menos cien años de impunidad. Hace poco, en el cementerio de Járkiv, honré la tumba fresca y cubierta de nieve, del escritor Volodymyr Vakulenko. Le asesinaron las fuerzas de ocupación rusas en Izium. Escribía cuentos de niños y en ucraniano, lo que se conoce que le hacía peligroso a ojos del aparato de seguridad ruso. Para él, la contraofensiva ucraniana de septiembre 2022, que liberó su región, no llegó demasiado pronto. No tengo la menor duda de que prácticamente todos los autores y autoras de este libro hubieran corrido idéntica suerte de haber caído Kyiv, Járkiv u Odesa en manos rusas.

¡Lector, yo soy muy afortunado! A lo largo de estos años recorriendo Ucrania he tenido la suerte de conocer a algunos de los nombres que ve aquí, como al filósofo Volodymyr Yermolenko o al autor del prólogo en la versión inglesa, Peter Pomerantsev – él mismo (británico-ucraniano de origen judío y rusófono) fruto de la Ucrania más multicultural que se desprende de estas páginas. En el restaurante “Musafir” de Kyiv, días antes de las primeras bombas contra la capital desde Hitler, conversé con el tártaro Alim Aliev sobre la Crimea tártara a la que su gente vuelve “como bumerangs”. Con el filósofo georgiano-ucraniano Vakhtang Kebuladze, jovial compañero de viaje por las agujereadas carreteras ucranianas, visité Irpin y Bucha, que antes de la barbarie rusa eran tranquilas poblaciones al norte de Kyiv. Los cafés en Lviv con el historiador Yaroslav Hrytsak, siempre tan ecuánime, empiezan a ser ya tradición y hace poco recorrí las calles de la movida madrileña con el grandísimo Andrujovich, uno de los fundadores del movimiento burlesco Bubabú en la Ucrania de los 80. Yuri es quizá, con Serhiy Zhadan, uno de los mejores escritores europeos de nuestro tiempo.

Porque Ucrania es Europa. Con sus luces y sombras, es quizá más genuinamente Europa que gran parte de la UE. Es la encrucijada del sueño europeo y de la brutalidad de su destrucción por el irredentismo imperialista que cada generación amenaza nuestra existencia –hoy, de forma más inmediata, la de los ucranianos.

El conjunto polifónico de voces de este libro son un buen reflejo de la Ucrania actual y también aportan contexto para entender algo más, algo mejor, su compleja historia moderna. Y es que Ucrania no es tanto como nos la han contado en ciertos ámbitos académicos anquilosados y en no pocas columnas de prensa o tertulias (también en España). En esos espacios el conocimiento real de este país plural, tan auténtico, ha brillado por su ausencia, asfixiado por dogmas y arquetipos que los ucranianos se encargan de desmontar una y otra vez. Así, Ucrania no “despertó” el 24 de febrero de 2022, con una resistencia que ha admirado a gran parte del mundo: los que despertaron fueron élites, comentaristas y tertulianos al descubrir, ¡inaudito!, que Ucrania vive, respira… lucha por existir. ¡Ah, si solo hubieran leído este libro o a alguno de sus autores! ¡O incluso visitado el país! Tales dogmas y mantras están detrás del Westsplaining tan condescendiente que ha dominado parte del debate occidental sobre Ucrania – ese muro “impenetrable de incomprensión y de ignorancia” del que habla Andrujovich en su “Pequeña enciclopedia de lugares íntimos”, publicada ahora por Acantilado. Como todos los dogmas y falsedades, se resisten a morir y sus proponentes, en huida hacia delante, se aferran a ellos con aún mayor fuerza si cabe. El tiempo a todos pone en su lugar.

Hasta hace muy poco, en nuestro debate era una rara avis poder escuchar a ucranianos hablar en primera persona de sus experiencias y compartir sus perspectivas, sus anhelos, como el sujeto histórico que conforman. Este libro, anterior a la invasión rusa a gran escala de 2022, surgió en gran medida en respuesta a ello. Era necesario entonces y sigue siéndolo ahora: el futuro de Ucrania como país europeo libre e independiente, un país normal, con una vida digna, sigue desgraciadamente en cuestión. Que se haya traducido al español un libro así, es muy buena noticia: en nuestra lengua y contexto cultural, es aún enorme el vacío de conocimiento sobre Ucrania –y más aún contada por intelectuales ucranianos.

Así que por favor lean a estos autores y autoras ucranianas con calma, sin prejuicios ni ideas preconcebidas: escúchenles, tienen mucho que decir, que contar. Quién sabe, quizás se animen después a coger un avión y un tren –esos magníficos trenes ucranianos que me inspiraron a escribir allí– para conocer de primera mano las historias o, mejor aún, experiencias históricas vivas y personajes vivos que fluyen a través de estas páginas.

Borja Lasheras
Autor de “Estación Ucrania: el país que fue”
(Libros del K.O., 2022)

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